Segunda salida inédita de la Semana de Pasión, fue la que protagonizó en su segunda procesión, al igual que en la primera la Exma. e Ilustre Cofradía del Stmo. Cristo de las Batallas, manifestando el luto del Corazón de Santa María, desde el Palacio Episcopal, donde Ntra. Sra. del Buen fin y Nazaret fue trasladada para en la que en tarde del Sábado Santo oficiara Su Procesión.
Un Calvario vacío de Vida y lleno de dolor, lo cual cambiaría en la mañana del Domingo de Resurreccón, impacientemente aguardado por tantos. En la oscura montaña del Gólgota, se alza la Cruz, vestida, solamente acompañada por una Madre redimida, por la angustia de llevar en Sus manos la corona de espinas con la que murió Su hijo, la que en la noche, se trasformaría en potencias de Resurrección.
La única imagen que procesiona el Sábado Santo en Cáceres, es la de esta singular procesión, siendo obra del imaginero sevillano Francisco Berlanga de Ávila, eculpiéndola este a partir de una mascarilla de la antigua Virgen de los Dolores del siglo XVII.
Con escasez de claros en el cielo, pero sin agua, el cortejo procesional, recorrió gran parte del casco monumental cacereño, llegando así al lugar donde fue bailada al son de los cantos africanos que interrumpieron la procesión para manifestar la creencia en la Madre de Dios. Tres hermanas, africanas, del Convento de las monjas Trinitarias, cantaron con espectacular y admirable voz, dos canciones, típicas del gran continente africano, dando así, diversidad y contraste a nuestra tradición, siendo mirada por diferentes ángulos de diferentes maneras.
Era Buen Fin, lo que anunciaba la Virgen en la tarde Santa del Santo Sábado, lo que en las ardientes llamas de la noche, del mismo día, se verificaría: La Resurección del Señor.
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