La Reina más humilde.

Con un hijo, siempre una madre. Es la relación natural y mística que  surge entre Jesucristo y la Siempre Virgen María. En la Semana Santa, en la cual damos culto a cuantiosas escenas de la Pasión que han repercurido en nuestra vida actual, también nos referimos a la imagen mariana, indiscutiblemente imprescindible en cualquier momento de la vida de Cristo. La Virgen María, que bajo numerosas advocaciones, contribuye al catolicismo y la evangelización, desempeña un papel en ningún momento infravalorable y prescindible.

Por todo ello, es necesario honrar el culto a la imagen de  Santa María, resaltando su caridad, su amor, su compasión...haciéndole un trono en tantos lechos como se puedan dar en una sociedad, coronándola con tantas coronas como  puedan hacerla Reina de la Creación  y vistiéndola con ostentosos mantos que la identifiquen como mujer de Sangre Real, perteneciénte a un Reino Celestiel y no físico.

Es necesario alzar todo aquello que hace que la Madre de Dios, sea más especial y mejor honrada ante cualquier ojo. Pero no podemos olvidar la humildad, la sencillez, la ingenuidad de quien era una pobre muchacha antes de ser elegida por Dios. Por ello, en ocasiones, es necesario mostrar a la mujer humilde que se encuentra bajo esos diamantes y elegentes mantos, destapándo así, la imagen de una sencilla madre, de una pobre mujer.

De resaltar  la sencilla imagen de la María humilde  se encarga la Excma. e Ilustre Cofradía Hermandad del Stmo. Cristo de la Batallas y María Stma. de los Dolores con la imagen que procesiona cada Sábado Santo en la Semana de Pasión.

La imagen, llamada Ntra. Sra. del Buen Fin y Nazaret fue realizada por el escultor sevillano Francisco Berlanga de Ávila, a partir de una mascarilla de la Virgen de los dolores del siglo XVII. La imagen es popularmente conocida como La Samaritana, debido a las pobres indumentarias, propias de la ciudad de Samaría (Israel).